El día que hice esta fotografía, aquella niebla espesa había envuelto las laderas de la montaña desde primera hora de la tarde sin dar un momento de tregua. Intentaba fotografiar la cara suroeste de La Maliciosa vestida de blanco con la que fue la última nevada de la temporada, pero, justo después de la hora de la puesta de sol, la luz cayó hasta tal punto que no había nada más que hacer y decidí volver al coche. Con más de una hora de camino por delante, corría pendiente abajo cuando la niebla se mezcló con una lluvia ligera y paré a ponerme una chaqueta impermeable. Así fue como logré ver esa escena donde la niebla revelaba la belleza oculta de este paisaje misterioso.
La luz de niebla intensa tiene un efecto extraño sobre una imagen: separa sus capas, pero, al mismo tiempo, la aplana. Por un lado, aumenta la perspectiva aérea reduciendo progresivamente el contraste entre las capas más cercanas, separándolas mejor. Por otro, aplana la imagen porque oculta las capas más lejanas —más allá de donde su intensidad permite ver—, reduciendo su número a unas pocas capas cercanas.
La impresión que provoca en esta imagen es la de un sujeto pegado a un fondo plano. Este paisaje parece una caja escénica con un decorado pintado como telón de fondo. En él, no solo la niebla intensa reduce su profundidad, los elementos oscuros superpuestos sobre el fondo claro aplanan aún más la imagen.
Además de la niebla, el blanco y negro también ayuda aquí a reducir la profundidad; refuerza las relaciones tonales que existen entre los elementos y hace más fácil distinguir las tres capas formadas por tonos. En la imagen solo hay tres grupos de tonos que forman tres capas: las rocas y el árbol en movimiento tienen tono oscuro; los árboles del fondo tienen todos el mismo tono medio; y el supuesto cielo —más bien la cortina que forma la niebla y que oculta el fondo de la ladera— tiene un tercer tono uniforme, el más claro de la fotografía. Como los elementos de cada grupo están relacionados por el mismo tono, percibimos que forman parte de una misma capa. Esto se observa muy bien en los tres picos del histograma de la imagen; en cada pico se agrupan los tonos cercanos de cada una de las capas. Por tanto, la ausencia de color ayuda a cohesionar capas haciendo más uniformes los tonos. De todas formas, el nivel de luz era tan bajo, la niebla tan fuerte y el tono y color de los pinos tan uniforme, que la escena real en color solo está formada por unos pocos tonos de un mismo matiz azul-grisáceo. Por el contrario, en un paisaje con una neblina menos intensa que ésta, con una mezcla de árboles cuyas hojas reflejen luz de diferente tono y matiz, hojas de colores más brillantes, y con una iluminación más intensa, la gama de tonos habría sido mucho mayor, y la visión simplificada en tres capas mucho más difícil de percibir.
Esta otra fotografía gana algo más de profundidad porque la gama tonal es más amplia. Aquí, las dos rocas en primer plano, con un tono todavía más oscuro —y el mismo en ambas—, crean una capa adicional. Además, entra en juego otra variable más de la profundidad en fotografía: la perspectiva decreciente. Aunque el árbol protagonista en el plano medio conserva el mismo tono que el árbol cortado por el borde derecho del encuadre, el ojo no considera que están en la misma capa, y por tanto a la misma distancia. Como la relación entre tronco y copa es similar, intuimos que tienen el mismo tamaño, pero la convergencia óptica de la luz en la distancia hace que el segundo se vea más pequeño que el primero —tomando como referencia el encuadre—, causando más percepción de profundidad.