Eso me preguntaba cuando revelé esta fotografía de un paisaje minimalista de la Sierra de Guadarrama aislada por nubes bajas. Ver tantas veces una escena fotografiada por muchos otros ha hecho que, en alguna ocasión, pierda por completo el interés en hacer algo similar. Incluso he llegado a imaginar una escena tantas veces antes de fotografiarla, y se ha vuelto tan repetitiva dentro de mi cabeza, que he dejado de buscarla y no he llegado a fotografiarla.
Volviendo a la pregunta, ¿existe aún la originalidad en fotografía? En principio, puede parecer que no. En Double take, Richard Whelan escribió: «si uno busca lo suficiente, podrá encontrar probablemente un doble —respecto a sujeto, composición o ambos— de cada fotografía hecha a lo largo de la historia». Si partimos de esa reflexión, podríamos llegar a la conclusión de que ya no existe la originalidad en fotografía, y que tampoco es posible. Pero, ¿qué es originalidad?
Partiendo de la idea perfilada por Susan Sontag, podríamos seguir las consignas de Whitman, y además, suponer que originalidad se limita a encontrar un sujeto nuevo. Así, tratando de encontrar esa originalidad, nos lanzaríamos, como los fotógrafos en los años veinte del siglo pasado, a una búsqueda desesperada de cualquier sujeto —bello o feo— que no haya sido fotografiado antes. Parece que el sentido de ésta no va por ese camino.
Las dudas sobre la originalidad no han sido exclusivas de la fotografía, tampoco su definición. Mucho antes, esas dudas existieron en otros medios, como en literatura. Antonie Albalat fue un escritor y crítico literario francés que escribió en 1901 un libro titulado «La Formation du Style par l’Assimilation des Auteurs» (La formación del estilo por la asimilación de los autores). En ese libro definió la originalidad de esta manera: «La originalidad radica en la nueva forma de expresar las cosas ya dichas». Su definición no está muy lejos de la que Whelan daba respecto a fotografía: «Una muestra segura de genialidad es el talento para dar una nueva vida a sujetos que todos los demás pensaban que estaban agotados. Es, de hecho, esta chispa revitalizadora lo que buscamos más habitualmente cuando miramos al arte. Hacer algo con pasión cuenta más que simplemente hacerlo antes». Es decir, la originalidad no es hacer algo el primero, la originalidad es una nueva forma de expresarse; en fotografía, dar una nueva visión de algo que ya ha sido fotografiado antes.
Podemos entender la originalidad por ser los primeros que fotografiamos algo, o podemos entenderla como una nueva forma de fotografiar algo que ya ha sido fotografiado antes. En cualquier caso, no creo que podamos, o queramos, ser originales en toda fotografía que hacemos. Entonces, si no podemos ser siempre originales, ¿estamos constantemente copiando de forma consciente o inconsciente?, ¿son nuestras fotografías un calco de una fotografía que ya existe?
Heinrich Wölfflin comenzaba su libro «Conceptos fundamentales de la historia del arte» escribiendo: «En sus memorias, Ludwig Richter narró que, cuando era joven, se hallaba en Tivoli junto a tres compañeros pintando un detalle del paisaje, y cómo decidieron no desviarse ni un ápice de la naturaleza. Y aunque el modelo era el mismo, y todos habían registrado con talento lo que sus ojos habían visto, los cuatro cuadros resultaron ser muy diferentes. Tan diferentes entre sí como las personalidades de los cuatro pintores. De lo que el relator concluyó que no existía una visión objetiva, que la forma y el color siempre son diferentes dependiendo del temperamento». Si aplicamos ese razonamiento a la fotografía, llegaremos a la conclusión de que dos fotografías también pueden ser muy distintas entre sí.
Relacionado con la reflexión de Wölfflin, Whelan dijo: «Mucha gente cree que si un fotógrafo experimentado y un recién iniciado estuviesen fotografiando uno junto a otro, ambos registrarían probablemente los mismos detalles de la escena que hay ante ellos con el mismo grado de precisión realista. Probablemente no habría duda de la diferencia extrema que existiría si un gran pintor y un aprendiz trabajasen codo con codo. La cámara parece ser, en ciertos aspectos, un nivelador y neutralizador artístico. ¿Hasta qué punto, entonces, tenemos razón cuando hablamos de estilo diferenciador que unifica la obra completa de un fotógrafo? […] Para percibir esa lógica de forma completa [lógica y coherencia que conserva la obra de un fotógrafo como la que conserva la obra de otro artista que se exprese en otro medio], uno debe ser capaz de mirar las fotografías de forma abstracta, en términos de sus cualidades puramente formales, así como literalmente, en términos de la identidad de sus sujetos. Si uno mira las fotografías como si no fuesen nada más que registros literales de la apariencia de sus sujetos, las cualidades formales que unifican toda la obra de un fotógrafo nunca serán evidentes, y todas las fotografías de un mismo sujeto —incluso siendo hechas por fotógrafos con estilos muy diferentes— serán siempre más similares que distintas». De ambos se deduce que el hecho de no tratar de ser originales no necesariamente conduce a crear obras que sean copias idénticas.
Por otra parte, según Whelan, el fotógrafo también puede tratar de copiar y hacerlo con varias intenciones. La primera, mejorar la fotografía de algún predecesor, lo que puede llevarle a crear una transformación inspiradora o a mostrar un manierismo forzado. Escribió Albalat a ese respecto: «En algunos autores, por más que acumulen los detalles y embellezcan sus frases, no se ve nada, se leen palabras, pero sin la menor emoción». La segunda, hacer alusión con inteligencia a la obra previa. La última, siendo consciente de la imagen previa del sujeto, duplicar la fotografía que ya existe, como homenaje a un gran fotógrafo o para tratar de aprender y desarrollar posteriormente su propia visión. Sobre la copia y la imitación, Albalat dijo: «Saber imitar es aprender a no imitar, porque es acostumbrarse a reconocer la imitación y a prescindir de ella más adelante».
Además de esas tres intenciones, para Whelan existe un factor más que influye en la originalidad: «Un fotógrafo puede quedar impresionado por una imagen y entonces, después de un tiempo, olvidar que la ha visto. La imagen, en cambio, permanece en su subconsciente, así que podría influir eventualmente en la elección y tratamiento del tema (y del sujeto) —sin ser consciente de la influencia». Del mismo modo que el subconsciente condiciona la originalidad al retener la imagen previa, también puede ayudar a diferenciar la fotografía de un autor respecto a la de otro. Toda fotografía es objetiva y subjetiva. Nuestra mente consciente determina lo que encuadramos y cómo lo encuadramos, pero nuestro subconsciente hace que tomemos muchas decisiones de las que no somos conscientes. Por tanto, incluso con la intención consciente de repetir o copiar, nuestro subconsciente puede marcar la diferencia entre la fotografía que hemos tomado y la fotografía que tratábamos de repetir. La personalidad del fotógrafo, su cultura, su inteligencia, su imaginación y su espíritu, se reflejarán inconscientemente en su fotografía. Sobre esto, decía Albalat : «Es tan completa la unión entre el carácter y el estilo de una persona, que por eso ha podido decirse con razón esta verdad: el estilo es el hombre».
Por último, además de las influencias del subconsciente, el concepto de sincronicidad también puede marcar la diferencia entre dos fotografías. Una fotografía revela una estructura impredecible que proviene de la interacción simultánea de tres elementos. Primero: el sujeto tal cual existe por sí mismo en el instante en el que se toma la fotografía. Segundo: el sujeto tal y como lo percibió el fotógrafo en ese instante. Tercero: el sujeto tal y como la cámara lo registró. Esa estructura, bien aprovechada, hará que la fotografía sea única.
buuff Antonio menudas reflexiones,me pillas bastante fuera de juego je,je,por aportar algo diria solo una frase(seguro que la dijeron otros mucho antes que yo). «cuando te consideres adulto procura no ser un copion»:por otra parte tarea bien dificil pues el inconsciente siempre nos dominara,fijate en esta que es una copia «nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros mismos»,un afectuoso saludo
Gracias Víctor. Me pareció interesante compartir las reflexiones de estos autores. Saludos