Atardecer con vistas al valle del Lanjarón, primavera 2014

Aunque parezca raro, cuando subo a la montaña, mi meta no suele ser llegar hasta una cima. Cuando voy, lo que busco es lo que llamo «fotografiar la montaña» y no «fotografiar desde la montaña». Para mí, la protagonista debe ser la cima, por lo que procuro buscar un punto de vista inferior que la muestre majestuosa, altiva, y le dé la posición de superioridad que se merece.

Para dotar la composición de cierto movimiento visual procuro buscar un elemento en primer plano que aporte un diálogo entre ambos y, con permiso de la meteorología, un cielo parcialmente cubierto que termine de aportar volumen y no deje un cielo demasiado plano. Y para finalizar, una luz suave crepuscular de espaldas al sol.

Cuando aquella tarde decidí subir hasta la laguna del Caballo y fotografiar el valle del río Lanjarón no cumplí exactamente mi premisa y terminé subiendo a la cima del Caballo, donde la improvisación triunfó sobre la premeditación.

En mi mente visualizaba una escena desde la laguna en deshielo con un primer plano que destacase la textura los bloques de hielo agrietados, con el valle del río Lanjarón como línea que guiase la vista hacia el Veleta en una posición alta y dominante. Las manchas negras del deshielo en el valle romperían la uniformidad del blanco de la nieve dando un aspecto de piel de dálmata. Al final, el tiempo disponible provocó el cambio de plan.

La vía más corta y suave para llegar a la cima del Caballo, el tresmil más occidental de Sierra Nevada, con sus 3.022 metros de altitud según el GPS, parte desde el mirador de la Rinconada de Nigüelas. Requiere una corta travesía de poco más de cinco kilómetros y superar casi unos 1000 metros de desnivel, que había previsto hacer en unas tres horas, paradas para buscar posibles encuadres incluidas.

Para llegar al punto de partida hay que recorrer una pista de tierra en muy mal estado durante unos 12 kilómetros, superando un desnivel de 1150 metros.

Ya salía tarde sin prever que la ruta por la pista de tierra me llevaría bastante tiempo. Tardé una hora en esta parte hasta dejar el coche en el mirador. Viendo que había perdido una hora de luz y que no llegaba a tiempo, aceleré el paso y conseguí llegar en dos horas y media, un tiempo que sorprendentemente encaja bien con la regla de Naismith. Esta regla para estimar la duración de una ruta dice que hay que sumar una hora por cada 5 kilómetros de recorrido y 1 minuto por cada 10 metros de altura ganada.

La obsesión por llegar y no perder la sesión hizo que no parase nada más que para atarme mejor las botas, que no me había atado muy fuerte para poder subir más cómodo, así que no hubo tiempo para buscar encuadres ni disfrutar del camino.

Llegué diez minutos antes de la puesta de sol y ya no había margen para bajar hasta la laguna, así que, a menos de 100 metros de la cima, decidí subir hasta ella e improvisar y sacar algo de aquella caminata.

Como el ascenso por esta parte está muy expuesto al sol, el deshielo ya se hacía notar en el camino, y sólo había que atravesar un par de neveros con nieve blanda que no requería usar crampones, además, el sol era agradable y no había ni rastro de viento.

Al llegar a la cumbre se levantó un viento fantasma salido de la nada, así que tuve que ponerme abrigo a toda prisa y sacar el equipo y desplegar el trípode antes de que la luz bajase mucho. Esta vez más que nunca, no hubo tiempo ni para comer ni para beber.

Arriba había pocos elementos en primer plano para componer y poco margen para cambiar el punto de vista. Mientras daba rodeos buscando algo que meter en el encuadre, el sol comenzó a pintar las nubes más al fondo en dirección Este, mientras que una nube más cercana y a la derecha y las que cubrían la cima del Veleta quedaban en sombra y de color blanco, haciendo que la mezcla fuese un tanto peculiar. Al final, para rellenar el primer plano encontré esta línea de piedras oscuras que la nieve ya no cubría y que sirvió como vector para dirigir la mirada desde el primer plano hacia el fondo.

La escena tenía una luz muy equilibrada, la nieve reflejaba la luz y el tono quedaba bastante cercano al que tenía el cielo, por lo que no hizo falta utilizar más que un filtro degradado neutro duro de 1,5 pasos para conservar el volumen y detalle de las nubes.

Cuando el sol dejó de pintar las nubes y me cansé del encuadre inicial, varié el primer plano utilizando como vector que dirigiese la vista este hilo de nieve sobre las rocas oscuras.

Por último cambié a formato horizontal para tener una vista más amplia del valle, y busqué rellenar el segundo plano con esa suave diagonal blanca que formaba la cima nevada. Para pintar las nubes utilicé un filtro de color sobre el cielo sujetándolo con la mano y quitándolo antes de que el obturador se cerrase, dejándolo delante del objetivo el tiempo suficiente para dar ese toque de color sin que llegase a tener demasiada presencia en el cielo.

Cuando la luz cayó demasiado, y ya no había mucho más que hacer, allí me quedé un rato, a más de 3000 metros y a oscuras, contemplando la vista lejana de la ciudad iluminada.

Fotografiando desde el Cerro del Caballo, Sierra Nevada, primavera 2014

Fotografiando desde el Cerro del Caballo, Sierra Nevada, primavera 2014

De vuelta, el cansancio que tenía era tal que tardé casi el mismo tiempo en la bajada. Media hora después de comenzar el camino de vuelta la luna apareció y me acompañó durante el resto del tiempo, iluminando levemente el camino hasta el coche, al que llegué exhausto más tarde de la media noche, y aún me quedaba bajar por aquella pista de tierra durante una hora más.

2 comentarios

  1. Antonio la pasion por la fotografia te ciega,por fin encontraste en algun momento unas condiciones de luz bastante favorables,las fotos que nos enseñas estan muy logradas y como siempre me quedo con la 2 por el toque de color tan bonito que tiene el cielo;aunque las rocas del primer plano estan muy sosas comparandolas con las que suele ofrecer la montaña asturiana,cargadas con frecuencia de musgos y liquenes que le darian un plus al primer plano,claro estoy hablando de alturas inferiores y una atmosfera mas cargada de humedad,siento curiosidad por saber si esa ciudad iluminada es granada,pues desde alli tengo alguna foto nocturna donde se aprecian las cumbres de sierra nevada,o quizas te refieras a Lanjaron,saludos

    1. Hola Víctor. La ciudad de la que hablo en esta ocasión es Granada, aunque desde allí arriba se ve mucho más, incluso el mar en días despejados y claros. Lo de las rocas, a esa altura y sin una laguna cerca, no hay ni rastro de vida. Saludos

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