
Baño de color. Pantano de Santillana, invierno, 2014.
Hoy me apetecía descansar un poco del paisaje más personal y mostrar esta fotografía de un paisaje más estándar, es decir, luz más buscada y elementos con más fuerza visual.
La fotografía está hecha en el pantano de mis amores, el que me permite trabajar una y otra vez múltiples encuadres y acercarme de forma más cómoda y rápida cuando sospecho que la mañana o la tarde va a dar buena luz y el cielo va a acompañar.
Este pantano es una caja de sorpresas, sus vaivenes con el nivel de sus aguas hacen que cada vez que me acerco me encuentre alguna escena nueva: una piedra que aparece, una nueva línea que se dibuja en el borde del agua,… En este caso, quería ir y trabajar un poco con el grafismo de las líneas que marca el lodo en los bordes del agua, utilizándolo así como primer plano, pero esta vez el nivel había subido tanto que el agua llegaba casi hasta el límite, por lo que no había ni rastro de lodo.
Así que tuve que cambiar de idea y pensar en buscar un primer plano diferente. Había poco donde elegir, así que me decidí por trabajar con las texturas de la hierba seca. Tras recorrer un buen trecho y probar encuadres en varias zonas, me decidí por éste.
La composición de la fotografía es bastante estática y equilibrada en cuanto a forma: cuatro zonas o bandas apiladas, cada una descansando sobre la anterior. El dinamismo lo aporta cierta asimetría en el tono y en menor medida el color, a la izquierda la luz más fuerte del sol hace que la vista vaya a esa zona, donde el pico de La Maliciosa se está bañando en una luz cálida, aunque los reflejos blancos en el agua y los claros a la derecha lo compensan en cierta medida. En cuanto a color, el naranja que pinta las nubes tiene más peso a la izquierda, pero está levemente compensado por el punto que constituye el toque de naranja que un rayo de luz lleva hasta la derecha.